Por Manual Brito
Periodista.

Después que terminó la Primera Guerra Mundial, cuenta Leonardo de León, en el interesante libro El Secreto de los Líderes, que tanto he citado, que «Alemania fue sancionada debido a su participación ofensiva en el conflicto. Durante una cumbre celebrada en Versalles, en la cual participaron los países que habían recibido pérdidas durante la contienda, se decidió que Alemania debía pagar cientos de millones de dólares en indemnizaciones y le fueron impuestos una serie de restricciones que trageron consigo una caótica situación socio económica.

El pueblo alemán se sentía humillado por Occidente y entendían que a los aliados se les había ido la mano en la magnitud de las penalidades, de lo que ellos denominaron el Dictado de Versalles.

Las sanciones habían llevado al país a una crisis económica aplastante, que afectaba a todo la ciudadanía, acentuada por la depresión del año 1929. Todo esto sumado al sentimiento de indignación que existía, prepararon el escenario perfecto para que surgiera una figura que se convirtiera en el defensor de Alemania. Alquien qué concordara su discurso con la necesidad, en ese momento, de los alemanes.

Adolfo Hitler aprovechó esta circunstancia y apareció como el hombre que devolvería la grandeza y la dignidad al país.

Hitler tenía las cualidades necesarias para satisfacer el apetito del pueblo; era un excelente orador poseía la habilidad de sintonizar un discurso acorde con lo que despertaba el sentimiento nacionalista en el corazón alemán, y sobre todo la decisión para poner en práctica todo lo que proponía. Al poco tiempo se había convertido en el símbolo de la salvación de Alemania.

Estas circunstancias permitieron que Hitler emergiera como uno de los más grandes líderes de la historia. Pero hubiese ocurrido si los aliados no hubieran sancionado de una manera drástica a Alemania y se hubiese presentado una bonanza económica creando un escenario completamente distinto al que existío. Concluye Leonardo León Miranda, como respondiendo diciendo que es probable que nunca hubiésemos oído hablar de Adolfo Hitler.»

La moraleja está con ésta historia en que muchos se solidarizan en contra de la injusticia cuando ésta llega a su morada, pero no hacen lo mismo, lo propio cuando son partícipes de ella.

Hasta un próximo encuentro si Dios lo facilita!!!!!!

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